Un incendio imaginario

Si te ha tocado cambiarte de casa siendo un adulto, probablemente vas a coincidir conmigo en que es de esas experiencias que te gustaría evitar. Mueves y mueves cosas, pero el trabajo pareciera no terminar nunca. Tanto así que en un momento se comienza a parecer a un acto de tortura.

La incertidumbre se hace cada vez más evidente y la mezcla con el cansancio y la frustración nos llevan a un estado mental de estrés total.

Quizás le estoy “poniendo color”, pero me cambié tantas veces de casa que probablemente quedé traumado.

Más de 10 cambios desde que tengo memoria en los que siempre existió un factor común. En todos, en algún momento, apareció la pregunta:

“¿en qué momento juntamos tantas cosas?”

con todas sus variaciones del lenguaje chilensis

Viéndolo desde mi mirada animalezca, hoy podría traducirlo a:

“¿en qué momento gasté tanta plata
en tantas cosas que no ocupo?”

Hace una semana ayudé a mi mamá a cambiarse de departamento. Esta nueva experiencia traumática me recordó a uno de los libros que le tengo más cariño; el barefoot investor de Scott Pape.

De este me quedé con varias enseñanzas, pero su historia de cuando se le quemó la granja me quedó para siempre.

En resumen, a Scott y su familia se les quemó la granja y quedaron con 0 pertenencias. La historia no es grave dado que no murió nadie y el seguro les hizo un gran cheque cubriendo todos los daños.

Gracias a eso, tuvo el lujo de poder volver a decidir en qué gastaba su dinero.

Mientras nuevamente me tocaba mover cosas, no pude dejar de pensar en un incendio localizado en los cachureos de mi mamá.

¿Compraría las mismas cosas materiales si pudiese volver el tiempo atrás?

Probablemente no. Hay varias que nunca las ocupaste y otras que después de tenerlas te diste cuenta que no valían lo que pagaste.

El problema es que la inercia del día a día, y el marketing, nos juegan en contra para no dejarnos pensar con claridad y decidir bien.

Para luchar contra esto existen muchas posibles soluciones. Desde guardar cada boleta para armar bien tu presupuesto hasta eliminar las tarjetas de crédito. Sin embargo, muchas requieren de un exceso de tiempo y esfuerzo que no vale la pena.

Lo que sí vale la pena

En el mismo libro nuestro amigo australiano nos habla de la “actitud alpaca”.

¿Haz visto cómo las alpacas cuidan sus rebaños al sentir una amenaza?

Se convierten y se empiezan más a parecer a un animal salvaje.

¿Y qué tiene que ver esto con mi plata?

En que esa es la misma actitud que deberíamos tener con nuestro dinero. Protegerlo del marketing y las tentaciones para gastarlo en lo que realmente vale la pena y nos ayuda a ser felices.

En el capítulo 82 - “Gasta plata sin culpa”, hablamos que en realidad no hay que preocuparse los “gastos hormiga”. Los que realmente hacen la diferencia son los de las compras grandes, y que muchas veces se hacen con deuda, como la soñada casa propia, el auto y los estudios.

Es verdad que esos son los importantes, pero en el día a día igual necesitamos ayuda.

No podemos andar a la deriva y para desarrollar bien nuestro músculo del ahorro y la inversión, dependeremos de nuestra actitud. Por eso, dale una oportunidad a la actitud alpaca. Quizás esta te ayude a no llegar a fin de mes arrepentido, estresado y sin cabeza para preocuparte de lo que realmente importa: ser feliz.

Por ahí bien dicen que el dinero no hace la felicidad. Sin embargo, manejarlo bien ayuda a sentir la tranquilidad necesaria para ocuparte sin estrés de encontrarla.