Las palabras mágicas

Siempre tuve en la cabeza “gracias”, “por favor” y “perdón”. El último mes sumé una nueva.

Hay variaciones según cada familia, pero generalmente las que más he escuchado son “gracias”, “por favor” y “perdón”.

Palabras que abren barreras, generan cercanía y dicen mucho de quiénes somos.

En mi vida de padre, trato de reforzarlas siempre que puedo. Confío en que ayudarán a desarrollar la empatía de mi chica.

Sin embargo, mientras escribía mi discurso para el lanzamiento de Nauta, llegué a la conclusión de que debía incluir una más.

Han sido semanas muy intensas y, varios días, sentí que ya no daba más. Se me juntaron una serie de eventos importantes que quería que salieran espectacular. Esa fue la razón por la que el pasado domingo 16 no recibieron el correo animal. Perdón.

Más allá de eso, hasta ahora vamos bien. Quedan algunos desafíos como el Panamericano de Pádel Senior en Paraguay de esta semana, pero de alguna manera, ya voy cerrando treinta días de locura total.

En medio de toda esta vorágine tuve un momento ahá que espero no olvidar.

Durante varios episodios de estrés extremo pude darme cuenta de que estaba llegando al límite, y apareció una nueva palabra mágica: suficiente.

Ya venía dándole vueltas al concepto gracias al capítulo de riqueza financiera que publicamos hace dos semanas. El resumen es simple: si no definimos cuál es nuestra abundancia financiera suficiente —y nos comprometemos con ella— siempre vamos a querer más.

El truco está en jugarle bien el partido a nuestra cabeza y el maestro Sahil nos dejó un ejercicio simple, pero poderoso:

Sueña en grande y escribe la vida que te encantaría tener. No seas humilde. Dale sin miedo.

Deja el texto guardado para que lo puedas revisitar.

Lee el texto cada cierto tiempo, especialmente cuando te esté yendo bien económicamente.

Este ejercicio le recordará a tu cabeza que en realidad necesitas mucho menos de lo que crees, incluso cuando tus estándares empiecen a subir.

Más allá del dinero

Saliendo del ámbito financiero y llevándolo a la vida diaria, me encantó que el concepto del “suficiente” me ayudara a frenar lo que se estaba convirtiendo en una aberración.

Quería hacer el mejor lanzamiento posible para Nauta, el mejor stand en el ETM, buscar mi mejor versión para el Panamericano y, entre medio, seguir con mi trabajo, el podcast y mi familia.

No sé cómo me iluminé —quizás fue simplemente tomar conciencia—, pero hubo momentos en que tuve la valentía de decirme: “basta, lo estás haciendo bien; córtala y disfruta”.

Definir un suficiente es fundamental para poder disfrutar. Si no lo hacemos, la mente nos juega el truco de la rueda hedónica y no nos deja apreciar el valor de la realidad.

Descomponer el suficiente

Definir un suficiente no es mediocridad. No significa dejar de apuntar alto ni renunciar a lo difícil.
El punto central es que el cerebro se acostumbra rápido y vuelve a pedir más; y en ese nuevo “más” puede estar la peor trampa: la frustración eterna de una meta que nunca podremos alcanzar.

Supongamos que somos capaces de definir nuestro suficiente y mantenerlo a raya.

¿Qué hacemos ahora?

La semana pasada entrevistamos a Gert Findel y me recordó el valor de descomponer las cosas:

  1. Define tu objetivo.

  2. Ponle una fecha. Por ejemplo: en un año quiero tener calugas.

  3. Fija metas semestrales, trimestrales o mensuales.

  4. Define qué debes hacer cada día para que tu objetivo, y tus metas, tengan alguna posibilidad de hacerse realidad. Por ej.: Todos los días haré 100 abdominales.

Descomponer tiene un valor simple pero profundo: convierte lo complejo en acciones concretas.

Después, el tiempo y el interés compuesto hacen el trabajo invisible que nuestra cabeza no es capaz de proyectar.

No lo pienses demasiado. Confía, comprométete y ve qué pasa.

En el peor de los casos, puede que no logres exactamente el cambio que querías, pero sí te volverás consciente de algo crucial: incomodar a la mente es la única manera de avanzar.