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Dulce hogar
Pensé que la estaba cagando al elegir donde vivir, pero parece que no tanto.

Por mucho tiempo sentí culpa por el lugar donde vivía. Es muy caro, es plata que podría estar ahorrando.
Pero ayer tuve una conversación que me hizo entender por qué tomé esa decisión. Tiene que ver con algo evolutivo, “la cueva” donde vivimos tiene un impacto gigante en nuestra sensación de bienestar.
La casita

Esta foto capta el 90% de nuestro hogar californiano.
En los últimos tres años me he cambiado tres veces de hogar. Por los estudios de mi esposa (la mejor veterinaria equina de Chile), nos fuimos un año a California, un año a Canadá, y ahora por tres años estaremos en Louisiana.
Cada viaje traía de la mano la elección de hogar. En Solvang (pueblito cerca de Santa Barbara) no tuve muchas opciones. Ella tenía que estar a menos de 10 minutos del hospital, y la casa que arrendamos era la ÚNICA. Es por lejos lo más caro que pagué de arriendo, y por una casa de 40 m2. La llamamos, la casita.
El living/comedor/cocina/pieza/baño funcionaba al mismo tiempo de oficina. Estaba todo medio apretado, medio desordenado. Mi estado mental también.
El taller

Celebrando el 18 de Septiembre, con indicios de pisco sour en la cocina.
En 2023 nos fuimos por un año a Guelph, Ontario. Dejando de lado el frío y la nieve (perfectamente explicado en este video), disfruté. Una de las pequeñas coincidencias de la vida: cuando mi papá tenía 29, se fue a vivir a Ontario con mi mamá. Espero sea un buen augurio.
Esta vez habían más opciones de alojamiento. Elegimos un departamento que antes había sido una fábrica textil. El techo era como el triple de alto de un departamento normal, paredes de ladrillo y muchos fierros.
Nuevamente era todo un gran espacio. La pieza estaba separado del resto del departamento por una semi-pared. La sensación de tener un techo alto es algo que no me dejó de sorprender hasta que me fui. En la práctica implicó que me compré un mini-aro de basketball.
El resort

“Te apuesto que el agua está helada” dirán los picados. Efectivamente.
Ahora estamos en el lugar que ven en la foto. En Baton Rouge la mitad del año hace calor. Mientras escribo esto hay 26 grados afuera, podría (¿debería?) estar escribiendo esto desde la piscina.
Vivimos cerca de la universidad, al lado de un lago artificial (ex-pantano) cuyas orillas recorro casi todos los días caminando. Louisiana es la antítesis de Chile: todo plano. Si quiero desnivel tengo que agregarlo a la trotadora. Lo positivo de eso, es que tenemos atardeceres rojizos casi todos los días.
Terminamos pagando más por este departamento, y como les conté en un principio, me comía un poco la cabeza al dedicarme al mundo de la planificación financiera.
Pero todo cuadra si lo veo del lado emocional.
Hogar Mental
En California fue un período de cambios profundos. Renuncié, me alejé físicamente de amigos y familia, y me acerqué a los caballos (la casa tenía al frente un establo que visitaba casi todas las tardes). Fue un momento de cambio interno, de decidir qué quiero hacer con mi vida.
En Canadá ese techo alto y ambiente de manufactura me empujó a trabajar. Me compré lentes de luz azul porque estaba trabajando sesiones largas nocturnas. Pasé de ganar un sueldo, a generar ingresos por al menos 10 fuentes distintas. Me tomé en serio la idea de diversificar.
Ahora en Louisiana estoy viendo como las cosas se alinean, y espero entrar en mi periodo más productivo y feliz.
El ambiente es clave. Despertar y tener luz de ventanas grandes marca la pauta del día. Salir a caminar en un barrio seguro prende la ampolleta. Leer en un sillón con una luz cálida engancha.
Y al revés, malas condiciones juegan en contra. En Canadá teníamos unos amigos que arrendaban un departamento subterráneo. Les cargaba. La falta de luz, los pocos espacios, pero más allá de lo que podría describir, era la sensación. Ahora viven en Suecia y están mega-felices en su nuevo hogar. Iluminado y con diseño nórdico de esos de revista.
Demasiado hogar
Todo esto tiene un límite. Mi parte favorita de ser un planificador financiero es adentrarme en la vida de mis clientes. Imagino tener sus trabajos, pagar sus cuentas y vivir en sus casas.
He visto a varios que viven en una casa más cara de lo que deberían. House Poor le dicen los gringos. Los costos de la casa comen el resto de tu estilo de vida y de tu tranquilidad financiera. Por eso reglas como “no pagues más de un 30% de tus ingresos en gastos del hogar” existen y hacen sentido.
También he visto consejos que se van al otro extremo. Paga el arriendo más bajo que puedas, y ahorra lo máximo posible para llegar a tu libertad financiera.
Es una decisión totalmente personal. En mi caso sacrifiqué ahorros, pero sin darme cuenta estaba maximizando la sensación diaria de estar a gusto en mi hogar.
Si estás entre dos lugares, y sientes que uno te habla más, o te genera una mejor sensación, me iría por ese. No puedo explicar por qué, pero un año después lo vas a entender.