Deja de romperte la cabeza

A veces nos gusta hacer todo complejo, en vez de hacerlo simple pero efectivo

Es increíble lo bien que le ha ido a la entrevista con Oscar Landerretche. En parte debe ser porque es famoso. Sin embargo, me encanta pensar que fue por el tremendo contenido que compartió.

Hace unas semanas tuve la suerte de ir a un evento de inversiones de Vinci Compass en el Hotel W, y cuando me lo topé haciéndose un café, sentí la necesidad en la guata de invitarlo al podcast. En LinkedIn comenté que no me caía muy bien antes de entrevistarlo y fue precisamente ahí donde tuve mi gran aprendizaje de la semana.

¿Cuál fue?

Que no tengo que dejar de hablar con personas inteligentes solo porque me caigan mal. Este tipo de personas es capaz de regalarte conocimiento que se demoraron diez años en adquirir en diez minutos de conversación.

Además, lo mío rozaba en lo absurdo. Ni siquiera tenía claro porque supuestamente me caía mal. Solo tenía sensaciones en vez de razones.

Este descubrimiento se cruzó con otro que tuve gracias a una sesión con mi psicóloga-terapeuta-coach.

“… trata de no trabajar ni hacer cosas desde el miedo. Si bien este te va a ayudar a sobrevivir resolviendo cosas como hasta ahora te ha funcionado, no te va a permitir crear soluciones nuevas. Tu cerebro está en modo supervivencia y no con un enfoque de creación".

Estos dos eventos me llevaron a pensar sobre la importancia de las cosas simples. Fue tanto lo que me pegó que con Pablito terminamos acuñando un nuevo término sobre el valor de la simplicidad en nuestro mundo de la planificación financiera.

Lamentablemente todavía no lo puedo contar. Vamos a tratar de inscribirlo en el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI) para que sea propio. Perdonen a mi ego, pero a veces cree que algunos ya nos han copiado suficiente.

Volvamos a lo importante

Muchas veces en lo simple está lo genial. Esto es así dado que lo simple tiene una virtud fundamental: no te inmoviliza.

Cuando algo es simple corremos menos riesgo de que nuestro cerebro nos juegue en contra tratando de evitar el trabajo que implica resolver una tarea demasiado compleja.

¿Y si el problema es realmente complejo?

Entonces toca dividirlo en pedazos pequeños que le bajen la complejidad a cada tarea.

Mirando hacia atrás, las soluciones más simples son las que más me han cambiado la vida.

Un ejemplo es la regla que aprendí gracias al libro Getting Things Done de David Allen.

En la entrevista con Óscar, además de tremendos aprendizajes, también salieron un par de nombres que anoté en un papel mientras conversábamos.

Había quedado con la curiosidad de saber qué hacían, pero procrastiné varios días y no hice nada. Tratando de seguir mis propios consejos, decidí aplicar la regla de los dos minutos para sacarme la duda.

El primer nombre que busqué fue “Anaamaria Lusardi” y, en menos de dos minutos, voila.

El currículum de la señora era muy extenso y lo leí en diagonal. Gracias al destino, mi percepción selectiva hizo el resto del trabajo.

Llegué a la persona que se encarga de enseñarle finanzas personales a los alumnos de Stanford.

Buceando para ver qué encontraba me tope con una sorpresa que me dejó helado. Según Stanford y la Sra. Lusardi, hay solo tres grandes preguntas que debes responder para saber si tienes los conocimientos necesarios para tomar decisiones financieras inteligentes.

Muchos de los que nos leen y escuchan andan preocupados si saben lo suficiente sobre finanzas como para poder hacer las cosas bien.

¿Cómo saber si sé suficiente? Yéndose a lo simple.

Anda a contestar las tres preguntas que te dejo más abajo y vas a saber si realmente tienes la preparación para tomar buenas decisiones financieras.

Si tus respuestas fueron las correctas, pero igual sientes que lo haces mal o tienes dudas, quizás estés cometiendo el error del lápiz de la NASA.

Charlie Munger, El inversor completo

Llevándolo al mundo de tu dinero, lo más probable es que estés complejizando las cosas más de lo que necesitas y generando errores no forzados.

Así que ya lo sabes, quizás debas dejar de preocuparte de las cosas complejas y empezar a ocuparte de las más simples pero con mayor impacto en tu vida.

Puede ser que ya no sea necesario aprender más sobre dinero, pero sí sobre emociones, autocontrol y planificación.